Desde el punto de vista toponímico y según las investigaciones del estudioso Roberto Gordaliza, el nombre de Herrera deriva del latín ferraria (herrería) . Respecto a su apellido, de Pisuerga, está claro que alude al río y algunos autores lo relacionan con el otro nombre que tuvo la ciudad: Pisoraca (si bien este nombre latino, tal y como apuntan los entendidos 'se aplicó sólo a una ciudad de la vía romana en la época antigua. Sólo en el medievo se aplicó al río', comenta Gordaliza). El caso es que siguiendo distintas derivaciones, incluyendo las griegas y las de origen ibérico, se ha llegado a la conclusión de que Herrera de Pisuerga significa lo siguiente: 'La Ciudad de la Herrería al lado del río de las dos ciénagas (Pisuerga)' Las excavaciones arqueológicas han puesto de manifiesto que la existencia de vida humana en el término de Herrera de Pisuerga se remonta a los tiempos prehistóricos. En efecto, los restos arqueológicos más antiguos hallados en el yacimiento de Herrera son materiales de piedra atribuibles al paleolítico. El mayor número de materiales está proporcionando el yacimiento romano. La permanencia durante unos 60 años (del 20 a. C. al 40 d. C., aproximadamente, hasta su traslado a Alemania.) en el solar de Herrera de la Legio IIII Macedónica (encargada de doblegar a cántabros y astures), supone la presencia de unas 10.000 personas. El asentamiento tendrá el nombre de Pisoraca y en él se levantarán edificios propios de un campamento militar: viviendas confortables para los mandos, recintos para la tropa, locales comerciales y centros industriales (alfares, núcleos de fabricación de útiles de hueso...), cuadras y galpones para el ganado, etc. De entre los materiales aportados por el yacimiento es importante la cerámica,
dentro de la cual destaca por la calidad de la materia prima empleada y por
la riqueza de la ornamentación la variedad denominada "Terra Sigillata".
En la "Sigillata" de Herrera destacan las piezas fabricadas por un
alfarero militar que trabajaba en Pisoraca: Terencio; en este tipo de cerámica
hay vasos decorados y lisos, skyphos, jarras y copas creados en las variedades
de itálica, gálica e hispánica. Por lo que se refiere a la etapa visigoda, a principios de este siglo se excavó una casa, la basílica y la necrópolis. En total se exhumaron 52 tumbas en las que destacan los ricos ornamentos con que se enterraba a las mujeres, entre los que podemos mencionar fíbulas de bronce y hebillas rectangulares que sujetaban la túnica, así como objetos propios del ajuar femenino como collares, pendientes, brazaletes y sortijas. Durante la Edad Media la villa de Herrera se conforma como un típico "burgo" medieval. El casco urbano está cercado por una muralla que se abre al exterior con cuatro puertas: de Prado, de Aguilar, de Santa María y Puerta Nueva. La vida religiosa gira en torno a dos iglesias: la de Nuestra Señora de Burejo y la dedicada a Santa Ana. La vida económica de la población se desarrolla a través de la agricultura y de las actividades artesanales; dos ferias anuales jalonan la actividad mercantil: la de San Zenón al comienzo del verano y la de Todos los Santos al principio del invierno. Una aljama de moderadas dimensiones completa el entramado social. En 1130 Alfonso VII apresa al conde Pedro de Lara debido a sus intrigas y a los problemas que causaba en el reino, logrando en 1131 la rendición del castillo de Herrera de Pisuerga en poder de los seguidores del conde. En 1330 Alfonso XI compra la villa, el castillo y aldeas por 180.000 maravedís, y otorga varios privilegios con el fin de favorecer la repoblación y reconstrucción de la localidad y sus aldeas, arrasadas tras los ataques y saqueos llevados a cabo por Fernán Ruiz de Castañeda
En 1522 el Conde de Haro redacta las ordenanzas de la villa entre las que se
impide la creación de muladares en el interior de sus muros. Igualmente,
se prohibe que las casas adosadas a la muralla que rodea la villa puedan abrir
ventanas al exterior, y que se arrojen basuras y escombros a la cava. Aparte de esto se sabe que en el siglo XVII había varios telares en
Herrera de Pisuerga en los que se confeccionaban "burieles", una modalidad
de tejido basto, que eran vendidos en la villa por los mercaderes de paños.
La desamortización de 1836 supondrá el principio del fin
del convento franciscano de San Bernardino del cual hoy sólo quedan
las tapias. A mediados del siglo XIX el Canal de Castilla favorece la
existencia en Herrera de algunas fábricas de harinas y del consiguiente
comercio de granos; en este sentido, los ecos del motín del pan
de 1851 llegaron a Herrera causando el temor de harineros y almacenistas
de granos. Con la instalación del ferrocarril, cuyas líneas
se tendieron en 1862, empezarían a sentirse los primeros síntomas
de la llegada de los tiempos modernos. En los inicios del nuevo siglo,
en concreto el año 1902, por un decreto de la reina regente María
Cristina, se otorga a Herrera de Pisuerga el título de Ciudad. En su conjunto urbano, declarado Bien de Interés Cultural en 1990, destaca
su antigua plaza mayor, con sus soportales tradicionales, una de cuyas salidas
es la Puerta Nueva mencionada anteriormente. Existen también varias casas
blasonadas correspondientes a las familias Lara, Velasco, Salazar y Ladrón
de Guevara. La iglesia parroquial está dedicada a Santa Ana. También
se puede visitar un Aula Arqueológica donde se recrea la época
romana de la legión. |